"Ahora bien, este buen niño exhibía el hábito, molesto en ocasiones, de arrojar lejos de sí, a un rincón o debajo de una cama, etc., todos los pequeños objetos que hallaba a su alcance, de modo que no solía ser tarea fácil juntar sus juguetes. Y al hacerlo profería, con expresión de interés y satisfacción, un fuerte y prolongado «0-0-0-0», que, según el juicio coincidente de la madre y de este observador, no era una interjección, sino que significaba «fort» {se fue}. Al fin caí en la cuenta de que se trataba de unjuego y que el niño no hacía otro uso de sus juguetes que el de jugar a que «se iban». Un día hice la observación que corroboró mi punto de vista. El niño tenía un carrete! de madera atado con un pioIín. No se le ocurrió, por ejemplo, arrastrarlo tras sí por e! piso para jugar al carrito, sino que, con gran destreza arrojaba e! carrete!, al que sostenía por el piolín, tras la baranda de su cunita con mosquitero; e! carretel desaparecía ahí dentro, e! niño pronunciaba su significativo «0-0-0-0», y después, tirando del piolín, volvía a sacar el carretel de la cuna, saludando ahora su aparición con un amistoso «Da» {acá está}. Ese era, pues, e! juego completo, el de desaparecer y volver. Las más de las veces sólo se había podido ver el primer acto, repetido por sí solo incansablemente en calidad de juego, aunque el mayor placer, sin ninguna duda, correspondía al segundo." (Freud, 1920: 14-15)
lunes, 23 de diciembre de 2013
Freud y sus nietos “Heinele” y Ernest , “el niño del fort-da”
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)

No hay comentarios.:
Publicar un comentario