viernes, 12 de septiembre de 2014

Jan Brueghel de Velours El Mozo- Las tentaciones de San Antonio (Convento de la Aprobación de Valladolid)



 "[Respecto de los perversos] Por su diversidad y su anomalía sólo son comparables a los monstruos grotescos
que Breughel ha pintado en La tentación de San Antonio, o a los dioses y fieles olvidados que Flaubert hace desfilar en larga procesión ante su piadoso penitente." (Freud; 1917, p. 278)
NUEVA FECHA
MARTES 23 DE SEPTIEMBRE DE 2014
  
UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA
FACULTAD DE PSICOLOGÍA

XXII JORNADAS DEL GRUPO DE INVESTIGACIÓN
TEORÍA Y PRÁCTICAS PSICOANALÍTICAS
  
CRONOGRAMA

8, 30 hs. ESTUDIOS FREUDIANOS
G. Lauretti, L. Luchetta, G. Masiá, S. Pérez, D. Puebla
  
10 hs. FILOSOFÍA, LITERATURA Y PSICOANÁLISIS
H. Martínez Alvarez, G. Oemig, C. Sarno, G. Salerno, A. Selzer
Di Meglio, V. Forace, M. Gasillón, I. Iriarte
 Invitado especial: Juan Horacio Lamarche

11, 30 hs. INVESTIGACIONES CLÍNICAS
C. Antón, V. Baur, A. Cosimi, M. J. Francia, C. Grassi, L. Rangone, D. Rubinsztejn, E. Sullivan, R. Stazzone 

Lugar: AULA PABLO NERUDA (SUBSUELO HUMANIDADES)
Informes e Inscripción: Facultad de Psicología – Sec. de Investigación y Postgrado
Funes 3280 – Mar del Plata - Tel: 0223-4752266 –mail: psipostg@mdp.edu.ar

SE OTORGAN CERTIFICADOS

sábado, 14 de junio de 2014

Roudinesco- Respuesta a "El crepúsculo de un ídolo" de Michel Onfray

¿ Por qué tanto odio? (continuación)
Por Elisabeth Roudinesco
En un duro ataque plagado de errores y atravesado de rumores, publicado por Grasset el 21 de abril como “El crepúsculo de un ídolo. La conspiración freudiana.”, de Michel Onfray, quien no es un historiador e ignora todos los trabajos realizados durante cuarenta años por los historiadores reales de Freud y el psicoanálisis (decenas de ensayos en todo el mundo, la mayoría de ellos ha sido traducido al francés ), se presenta como si fuese el primer biógrafo de Freud, capaz de descifrar las leyendas doradas, ya invalidadas por décadas. Se transforma en narrador al descubrir las verdades ocultas que han sido disimuladas por la sociedad occidental – se dice dominado el mismo por la dictadura de Freud y sus milicias - se refiere a los Judíos, como los inventores de un monoteísmo mortífero y precursor de los regímenes totalitarios, Freud un tirano de todas las mujeres de su casa y perverso abusador sexual de su cuñada, machista homófobo, falsificador, codicioso, que cobra sus
sesiones de análisis a € 450.
Describe al científico vienés como un admirador de Mussolini, cómplice del régimen hitlérieno (por su teorización del impulso de muerte) y hace del psicoanálisis una ciencia fascista basada en la adecuación del verdugo y la víctima. Tras declararse proudhoniano y a veces freudo-marxista, rehabilita el discurso de la extrema derecha francesa (Debray-Ritzen y Bénesteau, en particular,) con el cual mantiene una verdadera complicidad. Tales posiciones van más allá de un simple debate sobre Freud y el psicoanálisis. Ya que a fuerza de inventar hechos que no existen y fabricar revelaciones que no son, el autor de este trayecto precipitado y desordenado favorece la proliferación de los rumores más extravagantes: es así que algunos medios de comunicación ya anunciaron que Freud había residido en Berlín durante entre las dos guerras, que había sido el médico de Hitler y Göring, el amigo personal de Mussolini y un tremendo violador de mujeres.
Cuando se sabe que ocho millones de personas en Francia son tratadas por terapias que derivan del psicoanálisis, se ve, que hay en tal libro y en las afirmaciones hechas por el autor: una voluntad de dañar que no podrá, a largo plazo, sino levantar la indignación de todos aquellos - psiquiatras, psicoanalistas, psicólogos, psicoterapeutas - que aportan una ayuda indispensable a una población desposeída por la miseria económica (los niños en desamparo, los locos, los inmigrantes, los pobres) por su sufrimiento psíquico, que ha sido de sobra resaltado por todos las colectivos de especialistas.

1- Descripción de la obra.
El 21 de abril de 2010 aparece en librería, bajo la pluma de Michel
Onfray, una n

jueves, 8 de mayo de 2014

Artículo sobre "Pasiones secretas" de John Huston




Sartre, Huston y Freud  Yovana Pérez BITÁCORA LACANIANA EL PSICOANÁLISIS HOY
N° 2 - FEBRERO DE 2007 (Haga click aquí para descargar)


Cuestión de ojo- Juan Forn (Página 12, 18/9/2009) Sobre "Pasiones secretas" de Jhon Huston

En 1958, John Huston le ofreció a Jean-Paul Sartre 25 mil dólares para que le escribiera un guión sobre Freud. Huston ya había dirigido en Broadway una obra de Sartre (A puerta cerrada) y mostrado interés en filmar otra (El diablo y Dios) y le importaba poco que Sartre tuviera poco respeto por el psicoanálisis. Lo suyo era un típico pálpito de director de cine: Sartre era el candidato ideal para escribir ese guión porque lo que Huston quería filmar era la historia de cómo Freud se había convertido en Freud (es decir, esos siete años de fracasos sistemáticos desde que empezó con la hipnosis hasta que se internó en la interpretación de los sueños propios y ajenos), y pocas personas, según Huston, encarnaban mejor la máxima sartreana “El infierno son los otros” que Freud tratando a sus primeros pacientes ante la mirada hostil de la parentela de esos pacientes, de sus colegas médicos y de toda la sociedad vienesa de su tiempo.
La idea de Huston era bien norteamericana (Freud como detective de la psique, superando mil obstáculos hasta

domingo, 4 de mayo de 2014

"El psicoanálisis debe formar parte de la sanidad pública" entrevista a Eric Laurent

El delegado general de la Asociación Mundial de Psicoanálisis defiende que este método sea más accesible para quien lo necesite.

Eric Laurent (París, 1945) es el máximo responsable de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, entidad que promueve esta disciplina siguiendo la orientación que marcó el psiquiatra francés Jacques Lacan, quien defendió, a su vez, un retorno a las ideas del creador de este método de exploración del inconsciente, Sigmund Freud. Laurent aboga por un psicoanálisis más accesible y más adaptado a los problemas actuales. El experto promueve los llamados "centros de psicoanálisis aplicado", presentes ya en Barcelona, Madrid, Málaga y Bilbao, que pretenden hacer llegar esta disciplina apersonas que, por razones sociales o económicas, no pueden accedera un psicoanalista.
Al hablar de psicoanálisis, a todo el mundo le viene a mente Sigmund Freud y su diván... ¿Ha cambiado mucho la disciplina?
Sigmund Freud descubrió el psicoanálisis en la época victoriana, cuando las manifestaciones de la sexualidad eran reprimidas y ni a las mujeres ni a los niños se les atribuía una sexualidad. Freud constató que los trastornos generados por esta prohibición producían síntomas, que eran las grandes manifestaciones histéricas, sobre todo en mujeres. En nuestra época es justo al revés, hemos pasado de la prohibición a un empuje a tener una vida sexual activa, y casi desde la niñez hasta la vejez hay una presencia de la sexualidad en todos los ámbitos. La primera consecuencia es que se desplazaron los síntomas histéricos, que hoy casi han desaparecido. El psicoanálisis debe ahora, con un diván modernizado, abordar las patologías contemporáneas con los instrumentos derivados de la revelación freudiana.
¿El diván sigue haciendo falta, se utiliza siempre?
La presencia de la imagen es crucial en la sociedad actual; el diván representa el mundo sin imágenes. Freud, que

Todo por un sueño (Página 12 1/4/2001)

El dr. psicoanalisis rodeado de su coro arqueologioco: cobertura de momia ptolomea (332-30 Ac), el dios egipcio thot (30 ac - 395 dc), guardian de su escritorioy un jarrón ateniense (500 ac) con la diosa eos entre cientos de piezas


El psicoanálisis y la arqueología se desarrollaron durante la misma época. Y no parece casual: coleccionista exquisito, Freud financió excavaciones, traficó antigüedades, pobló su consultorio de objetos milenarios para utilizarlos en sesión y hasta se valió de analogías arqueológicas para desarrollar sus teorías. Así como el gran arqueólogo Heinrich Schliemann asombró al mundo revelando el esplendor de Troya, Freud se veía a sí mismo como un “Schliemann de la mente” que iba a excavar los vastos reinos del inconsciente. Sepa por qué.
Por RICHARD H. ARMSTRONG

En una conferencia sobre las causas de la histeria dictada en 1896, Sigmund Freud ofreció a su audiencia una elaborada analogía arqueológica: “Imaginen que un explorador llega a una región casi desconocida que despierta su interés por las ruinas, los restos de paredes, fragmentos de columnas y las inscripciones casi ilegibles. Se puede contentar con inspeccionar lo que está a la vista, o interrogar a los habitantes (quizás un pueblo semi-bárbaro) que viven en los pueblos vecinos acerca de lo que la tradición dice del significado de estos restos arqueológicos, anotar lo que ellos responden, y después continuar su viaje. Pero también puede actuar de manera diferente. Puede traer consigo picos, palas y espátulas, y puede pedirles a los vecinos que trabajen con estos implementos. Junto a ellos puede empezar a trabajar sobre las ruinas, limpiar la basura y descubrir aquello que está enterrado bajo la superficie. Si su trabajo es exitoso, los descubrimientos explicarán todo: las paredes arruinadas son parte de un palacio o un edificio que guardaba un tesoro; los fragmentos de columnas completan un templo; las numerosas inscripciones revelan un alfabeto y un lenguaje, y cuando son descifradas y traducidas, develan inimaginable información acerca de los eventos del pasado remoto, para cuya conmemoración fueron construidos los monumentos. Saxa loquuntur! (¡Las piedras hablan!)”.

Una vez que el arqueólogo reconstruye el sitio y descifra las inscripciones, sugiere Freud, las antiguas piedras comienzan a contar su historia. De la mism

Roland Barthes, entrevista sobre "El placer del texto"






sábado, 12 de abril de 2014

Isidoro Vegh:“¿Alguien trajo facturas para el mate?” (Página 12 del 23/05/13)

¿Qué es esa satisfacción, en los bordes del cuerpo, donde “uno se concentra como si fuese un concierto”? ¿Por qué esa “mirada que coagula, mirada que atrapa, de la que uno no se puede despegar”? ¿Qué pasa cuando “un padre ejerce el goce de la voz”? ¿Por qué las agendas viejas son decepcionantes? ¿Cuál es el ancla que consiguieron Mozart y Borges? Y otras cuestiones desde el psicoanálisis.




Con la pulsión pasan cosas raras. Cuando decimos pulsión oral, por ejemplo, hay una fuerza, un empuje que no funciona acorde con las reglas de una biología pura, que sólo estuviera comandada por el orden de la vida. Yo planto trigo, pongo los fertilizantes, hay sol suficiente y el agua necesaria, el trigo crece, proporciona sus granos. El ser humano come todos los ingredientes que necesita, una dieta balanceada, sabe qué es necesario, termina de comer, ¿y qué hace?: “¿Tomamos un cafecito?” “¿Y una copita de coñac?” “¿Querés un cigarro?” “¿Lemoncello?” “Bueno, es el Día de la Madre, brindemos, champagne.” “Yo traje una tortita.” Entre una cosa y la otra, ya son las cinco de la tarde: “¿Alguien trajo facturas para el mate?”. ¿Qué pasa con ese empuje que, a pesar de lograr su satisfacción, persiste? ¿Por qué persiste?
Tomemos otra pulsión, la escópica: hay goce en el ver. Es grato para un caballero observar a una mujer hermosa; para una mujer, a un caballero que le guste; nos gusta ver una buena película. Goce de la mirada. Pero, de pronto alguien va a cenar con una persona que quiere y enfrente hay un televisor y él queda atrapado por la mirada, hasta que: “Vení, sentate del otro lado”. Es el fascinum. Es la mirada medusante, la de Medusa, la mirada que coagula,

martes, 8 de abril de 2014

La pesadilla de Hitler (La Nación)


Según un estudio reciente, en 1895 Sigmund Freud habría recomendado que el futuro Führer, entonces de años, fuera internado en un instituto de salud mental para ser tratado por su conducta patológica.



Monstruos y abismos invadían cada noche los sueños del pequeño Adolf, un muchachito austríaco de seis años y gesto desafiante, el mentón elevado y la mirada firme, las piernas abiertas, los brazos cruzados, algo diferente del resto de sus compañeros de colegio, cambió con el tiempo la historia de Europa.
Hijo de Alois, un funcionario de aduana, y de Klara, una sufrida ama de casa, en 1895 Adolf Hitler no representaba nada, para el poder de Guillermo II en Alemania ni para el de Francisco José I, monarca del imperio austrohúngaro. Después de todo, sólo se trataba de un pequeño escolar que suficientes problemas ya tenía en su casa como para preocupar a tan importantes personajes que en aquellos días continuaban decidiendo el destino de gran parte del mundo, ya que sus guerras y reconciliaciones, sus tratados y sus ambiciones tenían un impacto profundo más allá de las fronteras, hasta ultramar.
Una reciente investigación realizada en Londres por el escritor de televisión Laurence Marks, que tuvo la colaboración de John Forrester, estudioso de Sigmund Freud y su obra, indica que el padre del psicoanálisis recomendó en 1895 que

martes, 18 de marzo de 2014

Grupos de lectura

INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA PSICOANALÍTICA

GRUPOS DE LECTURA



1. PULSIONES Y DESTINOS DE PULSIÓN (1915) 
Miércoles 11, 30 horas Aula 86
Coordinan Melina Logaldo y Pablo Rubiol.

 

 

2. LO INCONSCIENTE (1915)

Lunes 16,30 horas Casita Histórica Oficina 2

Coordinan Gabriela Lauretti, Luis Alegre y Ginés Masiá.



3. TRES ENSAYOS DE TEORÍA (1905) e INHIBICIÓN, SÍNTOMA Y ANGUSTIA(1925) Jueves 18 horas Aula 86
Coordinan Analia Pollio y Darío Puebla.

COMIENZAN LA SEMANA
DEL 17 DE MARZO
2014

viernes, 10 de enero de 2014

Nosotros y la muerte-Sigmund Freud

SIGMUND FREUD-NOSOTROS Y LA MUERTE*

Distinguidos presidentes y queridos hermanos. Les ruego que no piensen que fue por un capricho el que haya escogido Un título tan horrible para mi conferencia. Sé que hay muchas personas tal vez también entre ustedes, que no quieren saber nada de la muerte, y he querido evitar atraer a aquellos hermanos a pasar una hora que les hubiera resultado molesta. También hubiera podido modificar la primera parte del título. En lugar de «Nosotros y la muerte» podría haberse dicho «Nosotros judíos y la muerte», porque la relación con la muerte que quiero tratar ante ustedes, la mostramos precisamente nosotros los judíos con más frecuencia y de la manera más extrema.

Ustedes pueden imaginarse fácilmente, empero, cómo llegué precisamente a la elección de este tema. Es una consecuencia de la horrible guerra que impera con su furia en estos tiempos y que nos está privando a todos de la orientación en la vida. Creo haber percibido que lo que ocupa el primer lugar entre los agentes que favorecen esta desorientación es la modificación de nuestra posición ante la muerte.

¿Cuál es, pues, nuestra posición ante la muerte'? En mi opinión es muy asombrosa. En general, nos comportamos como si quisiéramos eliminar la muerte de la vida; en cierto modo queremos ignorarla como si no existiese; pensamos en ella como... «en la muerte»1. Esta tendencia no puede imponerse evidentemente sin alteraciones. No cabe duda de que la muerte se nos manifiesta de manera ocasional. Entonces nos sentimos profundamente conmovidos y perturbados en nuestra seguridad como si fuera algo insólito. Decimos: «¡Qué horror!» cuando, en su intrepidez, un aviador o un alpinista muere en accidente, cuando el derrumbamiento de un andamio entierra a tres o cuatro obreros, cuando en el incendio de una fábrica perecen veinte aprendizas o cuando se hunde un barco con varios cientos de pasajeros. Pero lo que más nos afecta es cuando le sobreviene la muerte a alguno de nuestros conocidos; cuando se trata de un hermano de B'nai B'rith, incluso celebramos una reunión fúnebre. Sin embargo, nadie podría deducir de nuestro comportamiento que reconocemos la muerte como una necesidad, que tenemos la firme convicción de que cada uno de nosotros deba una muerte a la naturaleza. Al contrario, cada vez encontramos una explicación que rebaja esta necesidad a la categoría de una casualidad. Esta persona, en concreto, que murió, habla con-traído una pulmonía infecciosa que de todos modos no habla sido una necesidad; aquella otra ya había estado enferma desde hacía mucho tiempo, sólo que no lo sabía; una tercera, de hecho, ya era muy vieja y débil. (Como contraposición la advertencia: On meurt à tout âge). Cuando encima se trata de alguno de nosotros, de un judío, habría que hacerse la idea de que un judío nunca muere de una muerte natural. Cuando menos, lo habrá estropeado un médico; de otro modo probablemente aún estaría vivo Aunque admitimos que finalmente hay que morir, logramos alejar este «finalmente» a una lejanía inescrutable. Cuando se le pregunta a un judío que edad tiene, contesta con preferencia: más o menos sesenta hasta ciento veinte.
En la escuela psicoanalítica que, como saben, represento, tuvimos la osadía de postular que nosotros –cada uno de nosotros– en el fondo no creemos en nuestra propia muerte. Lo cierto es que no la podemos imaginar. En todos los intentos de ilustrarnos qué sucederá después de nuestra muerte, quién la llorará etc., podemos percatamos de que en realidad aún estamos presentes como observadores. Resulta realmente difícil inculcar a alguien esta convicción, porque tan pronto se encuentra en la situación de hacer la experiencia decisiva, se vuelve inaccesible a cualquier comprobación.

Sólo una persona dura o mala cuenta con o piensa en la muerte del otro. Personas más sensibles y más buenas, como todos nosotros, se resisten a estos pensamientos, especialmente cuando la muerte del otro podría proporcionarnos una ventaja en cuanto a nuestra libertad, posición o riqueza. Si la ocasión de que el otro se muere se ha producido no obstante, entonces lo admiramos casi como un héroe que ha logrado algo excepcional. Si habíamos tenido sentimientos hostiles, nos reconciliamos con él; hacemos callar toda nuestra crítica contra él: de mortuis nihil nisi bene, consentimos a gusto que en su lápida se graben alabanzas inverosímiles. En cambio nos Sentimos totalmente indefensos cuando la muerte se lleva a las personas amadas, a los padres, al esposo, a los hermanos, a los hijos o los amigos; no dejamos que nos consuele nadie y nos negamos a sustituir por otro a aquel que hemos perdido. Nos comportamos entonces como una especie de Asra 2 que muere cuando mueren aquellos que ama.